03/08/2018
La industria automotriz estadounidense ha sido, durante más de un siglo, un motor fundamental de la economía del país. Su impacto se ha sentido profundamente a través de los años de auge y recesión del siglo XX y principios del XXI. El número de automóviles nuevos vendidos anualmente ha servido a menudo como un termómetro confiable de la salud económica de la nación. Sin embargo, esta industria robusta y vital no ha estado exenta de períodos de dificultad y declive, enfrentando desafíos históricos y modernos que han puesto a prueba su resiliencia.

Desde la invención del automóvil, la economía estadounidense fue transformada radicalmente. Las técnicas de producción en masa implementadas por Henry Ford hicieron que los vehículos fueran accesibles para la gran mayoría, creando decenas de miles de empleos directos en las líneas de ensamblaje. El icónico Modelo T de Ford, fabricado pieza a pieza en la cadena de montaje, se convirtió en el primer coche popular y asequible producido a gran escala. Este auge inicial no solo impulsó la fabricación de automóviles, sino que también estimuló industrias conexas vitales como la del acero, la de herramientas mecánicas, la de baterías, faros, tapicería y pintura. Negocios completamente nuevos o subsidiarias de empresas existentes surgieron para satisfacer las crecientes necesidades de la industria automotriz.

Más allá de la fabricación, los efectos económicos se propagaron a numerosas industrias adicionales a medida que más personas compraban y operaban automóviles. Los vehículos pronto se convirtieron en un modo esencial de transporte y comercio. Industrias como la de seguros vieron aumentar sus ingresos, las campañas nacionales de publicidad de automóviles aportaron millones a agencias y medios de comunicación. El mantenimiento y la reparación de coches se convirtieron en un negocio importante. Y, quizás el mayor beneficiario de todos, la industria petrolera prosperó vendiendo gasolina para la creciente flota de vehículos en las carreteras.
La Gran Depresión y sus Efectos
Aunque se vendió un número récord de automóviles en 1929, el año del colapso del mercado de valores que marcó el inicio de la Gran Depresión, las ventas de coches disminuyeron sustancialmente durante esos años difíciles. La economía de EE. UU. se vio especialmente afectada por este declive en la industria automotriz. Se perdieron empleos tanto en la propia industria como en muchos de los negocios auxiliares asociados con la fabricación de automóviles.
A pesar de los tiempos económicos difíciles, la industria automotriz continuó ofreciendo características y diseños innovadores. Empresas como Chrysler y DeSoto fabricaron coches con una nueva aerodinámica. Para 1934, a pesar de las dificultades, 21.5 millones de coches estaban en uso en EE. UU., demostrando la creciente integración del automóvil en la vida estadounidense.
La Competencia Extranjera Emerge
En los años inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial, la demanda reprimida de coches nuevos dio un gran impulso a los beneficios de la industria. La construcción de una red nacional de carreteras interestatales bajo la administración Eisenhower en la década de 1950 facilitó aún más el viaje y el comercio en automóvil, contribuyendo a un nuevo auge, especialmente con el crecimiento de los suburbios.
Sin embargo, en 1958, automóviles fabricados en Japón, como Toyota y Datsun, comenzaron a importarse a EE. UU. Por primera vez, los fabricantes de automóviles estadounidenses comenzaron a perder cuota de mercado frente a vehículos extranjeros bien diseñados, con mejor rendimiento de combustible y asequibles. Esta competencia extranjera ganó una posición aún más fuerte en el mercado estadounidense durante y después del embargo petrolero de 1973 y el correspondiente aumento en los precios de la gasolina. Las firmas estadounidenses, Ford, GM y Chrysler, respondieron fabricando nuevas líneas de coches más pequeños y eficientes en cuanto a combustible.
En los años siguientes, la competencia se intensificó. Honda abrió una fábrica en EE. UU., Toyota introdujo la marca de lujo Lexus, y GM lanzó una nueva marca, Saturn. A pesar de estos esfuerzos, los fabricantes estadounidenses habían perdido terreno significativo.
La Recesión de 2008: Un Golpe Devastador
Aunque EE. UU. seguía siendo uno de los principales fabricantes de automóviles del mundo, menos de una década después de principios de los 2000 sufriría un importante declive a medida que una devastadora recesión golpeaba la economía. Cuando la recesión se desató entre 2007 y 2008, las ventas de coches nuevos disminuyeron drásticamente, reflejando la disminución general del gasto del consumidor.
La crisis financiera de 2008 representó uno de los momentos más difíciles para la industria automotriz estadounidense. Mientras Ford celebraba el centenario de su Modelo T en 2008, GM registró una pérdida anual de 39 mil millones de dólares en 2007, la mayor pérdida para cualquier fabricante de automóviles hasta ese momento. Este fracaso colosal reflejó tanto la recesión económica en EE. UU. como la cesión de cuota de mercado a marcas extranjeras, principalmente la japonesa Toyota. Chrysler también sufrió pérdidas significativas.
Tanto Chrysler como GM, que se declararon en bancarrota, recibieron un rescate gubernamental total de 63.5 mil millones de dólares en préstamos del TARP (Troubled Asset Relief Program), un programa de apropiación de fondos para ayudar a varias empresas importantes que sufrieron pérdidas debido a la recesión. Ford, sin embargo, no solicitó fondos de rescate, ya que había reservado un fondo de reserva de casi 25 mil millones de dólares que le ayudó a superar el difícil período. En un esfuerzo por ayudar a la industria en dificultades, el sindicato United Auto Workers acordó concesiones en salarios y beneficios de salud en las negociaciones contractuales de 2007.
El Camino a la Recuperación y los Desafíos Modernos
Afortunadamente, la industria automotriz estadounidense se recuperó de sus problemas financieros en gran medida para 2011. GM registró una ganancia neta de 7.6 mil millones de dólares, la mayor reportada por la firma hasta entonces. Chrysler anunció una ganancia de 183 millones de dólares, su primera ganancia neta desde su bancarrota. El rescate gubernamental de la industria automotriz fue aparentemente efectivo. Chrysler pagó 11.2 mil millones de dólares en préstamos gubernamentales, al igual que GM, que también reembolsó al gobierno en su totalidad, con intereses y años antes de la fecha de vencimiento. Para 2012, las llamadas 'Tres Grandes' de Detroit (GM, Ford y Chrysler) estaban floreciendo nuevamente, con las empresas estadounidenses reinando a nivel mundial como las más grandes y rentables.
Desafíos Modernos: Incertidumbre Política y Aranceles
A pesar de la recuperación, la industria automotriz de EE. UU. enfrenta un panorama de desafíos modernos y incertidumbre política. Los fabricantes de automóviles invierten miles de millones en tecnología y nuevos productos que tardan años en diseñar y probar. Esto hace que cambiar de rumbo rápidamente sea extremadamente difícil y costoso ante cada incertidumbre económica o política, como la amenaza de aranceles o cambios en las políticas de emisiones.
La imprevisibilidad de las políticas gubernamentales representa un obstáculo significativo. Los fabricantes de automóviles y los proveedores de piezas realizan inversiones multimillonarias en plantas, tecnología y equipos con muchos años de anticipación. Dado que el diseño, las pruebas y la reestructuración de fábricas requieren tiempo para máquinas tan complejas, las amenazas de modificar las políticas comerciales y de emisiones bajo las cuales se hicieron estos compromisos financieros masivos crean la perspectiva de caos económico.
Expertos señalan que desarrollar un coche nuevo lleva entre tres y seis años e implica la integración de ensamblajes de muchas empresas. Si la política gubernamental cambia a mitad del proceso, años de trabajo y decenas de millones de dólares pueden perderse. Un cambio regulatorio que obliga a modificar solo un par de piezas puede generar cambios en el diseño de muchas otras piezas de numerosos proveedores. Cuando las reglas cambian constantemente, la planificación inteligente a largo plazo se vuelve imposible. La mayoría de las empresas automotrices preferirían una regulación más estricta que se mantenga estable durante ocho años a una regulación más flexible que cambie cada dos años.

Los aranceles, en particular, han sido una fuente reciente de preocupación. La imposición de aranceles sobre el acero y el aluminio, o la amenaza de aranceles sobre vehículos importados o piezas provenientes de países vecinos como México y Canadá, aumentan drásticamente los costos para los fabricantes. Esto se debe a que las empresas automotrices fabrican coches en estos países para venderlos en EE. UU. y compran componentes de diversas partes del mundo. Reubicar la producción a gran escala no es simple ni rápido; requiere una inversión considerable de tiempo y dinero para construir nuevas fábricas y coordinar una compleja cadena de suministro global. Con el precio promedio de transacción de un coche nuevo ya elevado, la industria teme que los consumidores no puedan absorber un aumento significativo de precios para compensar los mayores costos de los fabricantes. Esto podría resultar en menores ventas de vehículos, lo que repercutiría negativamente en toda la cadena de suministro.
La Complejidad de Fabricar un Automóvil
El proceso de fabricación de un coche moderno es increíblemente complejo. Combina electrónica, tapicería, controles de clima y un tren motriz con miles de piezas. Esto requiere docenas o cientos de empresas que aporten experiencia y suministren todo, desde la pieza más pequeña hasta grandes módulos integrados para el ensamblaje final. La fabricación de un vehículo fiable y seguro, capaz de viajar a altas velocidades utilizando relativamente poco combustible y emitiendo la menor cantidad posible de contaminantes nocivos durante cientos de miles de millas a lo largo de años de servicio, es un logro técnico monumental.
Cumplir con los estándares gubernamentales de seguridad y emisiones, cada vez más estrictos, ha hecho que los vehículos de hoy sean los más seguros y limpios de la historia, pero también aumenta la complejidad y el costo. Coordinar a todos los actores en este proyecto requiere miles de millones de dólares de inversión en fábricas y trabajadores especializados. Amortizar estas inversiones lleva años de vida útil de un producto en el mejor de los escenarios. Además, los vehículos modernos tienen sistemas de software cada vez más complejos que también tardan años en desarrollarse.
La industria también ha experimentado vulnerabilidades recientes en su cadena de suministro, siendo la escasez de semiconductores en 2021 un ejemplo claro. La falta de un solo componente, como un chip de semiconductores utilizado en multitud de funciones del vehículo, puede paralizar la producción de todo el sistema. Esta dependencia de una red global de proveedores significa que las interrupciones en cualquier parte del mundo pueden tener un impacto significativo en la producción y la disponibilidad de vehículos.
Preguntas Frecuentes
Q: ¿Cuál fue el impacto de la Gran Depresión en la industria automotriz de EE. UU.?
A: La Gran Depresión provocó una disminución sustancial en las ventas de automóviles y la pérdida de empleos tanto en la industria automotriz como en los negocios relacionados, afectando gravemente la economía estadounidense.
Q: ¿Por qué la competencia extranjera afectó a los fabricantes de EE. UU. a partir de la década de 1950?
A: Los fabricantes extranjeros, inicialmente de Japón y Alemania, ofrecían vehículos con mejor rendimiento de combustible, mayor asequibilidad y diseños atractivos, lo que les permitió ganar cuota de mercado frente a los fabricantes estadounidenses.
Q: ¿Qué sucedió con GM y Chrysler durante la recesión de 2008?
A: GM y Chrysler sufrieron pérdidas masivas, se declararon en bancarrota y recibieron un rescate gubernamental total de 63.5 mil millones de dólares en préstamos para evitar su colapso total.
Q: ¿Recibió Ford un rescate gubernamental en 2008?
A: No, Ford no solicitó fondos de rescate gubernamental durante la recesión de 2008 porque tenía un fondo de reserva sustancial que le permitió superar el período difícil por sí misma.
Q: ¿Está la industria automotriz de EE. UU. en problemas hoy en día?
A: Aunque la industria se recuperó de la crisis de 2008 y sigue siendo un actor importante, enfrenta desafíos significativos relacionados con la incertidumbre política, la posible imposición de aranceles, la complejidad de la fabricación, las vulnerabilidades de la cadena de suministro y el impacto potencial de estos factores en los costos y las ventas.
Q: ¿Cómo afectan los aranceles a la industria automotriz?
A: Los aranceles aumentan los costos de las piezas y los vehículos importados, lo que puede llevar a precios más altos para los consumidores y potencialmente reducir las ventas de vehículos. También dificultan la planificación a largo plazo y la reubicación de la producción.
Q: ¿Cuál es el valor actual de la industria automotriz de EE. UU.?
A: La industria automotriz de EE. UU., incluyendo fabricación y servicios relacionados, contribuye significativamente a la economía, estimada en billones de dólares anuales, generando millones de empleos y miles de millones en ingresos fiscales.
Q: ¿Qué le pasó a Chrysler?
A: Después de recibir un rescate gubernamental y recuperarse, Chrysler fue adquirida completamente por Fiat en 2014. Posteriormente, Fiat se fusionó con PSA Group para formar Stellantis en 2021, bajo cuyo conglomerado opera la marca Chrysler.
La industria automotriz de EE. UU. ha demostrado una notable capacidad para recuperarse de los reveses, impulsada por la innovación y la demanda constante de los consumidores. Sin embargo, los desafíos persisten, desde la competencia global hasta las complejidades de la fabricación moderna y la volatilidad del entorno político y económico. Su capacidad para navegar estos obstáculos determinará su trayectoria futura y su continuo impacto en la economía estadounidense.
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